Teniendo en cuenta que el Gobierno Nacional ha planteado la necesidad de iniciar una “transición energética justa”, de cara a la actual crisis climática global, la Universidad Surcolombiana y algunas organizaciones sociales han venido desarrollando un diplomado para debatir sobre las implicaciones culturales, económicas, éticas y políticas de dicha transición.
Por: Juan Guillermo Soto M.
El diplomado tiene por nombre “Transición energética justa”. Esta iniciativa, avalada por la Facultad de Educación, es liderada por la Universidad Surcolombiana y sus proyectos institucionales Agenda Social Regional, y, DESCA (Acompañamiento a las comunidades afectadas por la política minero energética), de la Vicerrectoría de Investigación y Proyección Social; a esta iniciativa también se sumó Asoquimbo, y, Censat Agua Viva, una de las organizaciones que más ha estado impulsando el tema de la transición energética, a nivel nacional, en varias universidades del país.
Según Astrid Flórez, profesora del Programa de Ciencia Política de la Usco y una de las coordinadoras del diplomado, son varias las razones por las que se hacía pertinente la puesta en marcha de este diplomado: “las experiencias que ha vivido el departamento del Huila en torno a la intervención de su territorio por parte de trasnacionales, la ejecución de proyectos minero-energéticos como la construcción de la represa de El Quimbo, los procesos de organización y resistencia de las comunidades afectadas por dicha intervención, y, por la política del gobierno nacional que pretende iniciar un proceso de transición energética en el país y que amerita múltiples reflexiones”.

En este sentido, con el ánimo de discutir sobre qué implicaciones tiene para el país y para la región surcolombiana el tema de la transición energética, las relaciones que hay entre el modelo minero-energético y el modelo socioeconómico con la crisis climática, y, sobre todo para entender la dimensión de justicia en el marco de dicha transición, se creó este diplomado dirigido para todos los huilenses, en especial para las comunidades que han sido afectadas por las políticas minero-energéticas.
El diplomado, que inició el 13 de septiembre y terminó el 17 de diciembre, contó con la participación de estudiantes, grupos y semilleros de investigación, como el de Energía Renovable, del programa de Física; grupos ambientalistas como Globo Verde y la Fundación El Curíbano; campesinos y pescadores; e integrantes del sindicato de Electrohuila y de la Unión Sindical Obrera, USO. El primer reto del diplomado, que a su vez constituye el primer reto de toda la sociedad colombiana, es entender qué es eso de la transición energética (y qué la hace justa), qué relación tiene esta transición con la crisis climática actual y en qué consiste dicha crisis, ¿realmente la supervivencia de la humanidad está en peligro producto del uso de energías fósiles?
Transición energética justa
Según la Unidad de Planeación Minero Energética, Upme, la oferta de energía primaria en Colombia está compuesta predominantemente por combustibles fósiles (carbón y petróleo), con una participación cercana al 77% del total, mientras que la hidroelectricidad, el gas natural y las fuentes no convencionales de energía renovable (bagazo, biocombustibles y leña) suman el restante 23%.
A partir de la era industrial diversas actividades humanas han contribuido a la generación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sobre todo por la quema de combustibles fósiles, cuyas emisiones de dióxido de carbono, CO2, contribuyen al calentamiento global (según las Naciones Unidas, dichas emisiones aumentaron 62% entre 1990 y 2019). Y el calentamiento global constituye una amenaza para todas las especies porque el aumento acelerado de la temperatura de la tierra haría inviable la vida.

En esta medida, el actual Gobierno Nacional le está apostando a ir reduciendo la producción de energía proveniente de residuos fósiles, sustituyéndolas paulatinamente con la producción de energías alternativas.
Sin embargo, diversas organizaciones, académicos, activistas ambientalistas, expertos de la industria de los hidrocarburos, en el marco de esta política de transición energética que recién avanza en el país, están haciendo un llamado al debate en torno a diversas aristas: “La transición energética no debe ser concebida como un mecanismo de diversificación tecnológica de producción de energía, en la que se simplemente se pase de la industria de los hidrocarburos a la de los páneles solares (y otras)”; “no hay posturas claras respecto al modelo económico que gira en torno a esta transición, o al menos no de cara a un proceso público y comunitario de dicho modelo”; “la transición energética es una discusión sobre el consumo y el modelo de vida que tenemos: una sociedad que cada vez consume más”; “estas fuentes de generación de energía deben pertenecer al Estado, quitarle ese poder a las transnacionales, y, que tengan un enfoque público y comunitario”, resaltaron algunos de los actores participantes en este debate y en el diplomado.
Es precisamente a partir de estos y otros interrogantes, en el marco de este diplomado, que se discutió el concepto de lo justo. Para Andrés Gómez, ingeniero de petróleos especialista ingeniería geotérmica, integrante de la organización Censat y uno de los profesores del diplomado, lo justo en esta transición energética se sintetiza en la siguiente idea:
“Que no dejemos a nadie a atrás. Que sea justa para los trabajadores petroleros y del carbón, que hoy tienen su sustento de allí, pero también para las comunidades que viven los proyectos extractivos, que han sido zonas de sacrificio durante más de 100 años de explotación petrolera; justa con el resto de las especies con las que habitamos porque es la preservación de la vida la que tiene que estar en el centro; también con las comunidades que no tienen acceso a la energía y que son las menos responsables entorno a la crisis climática. Es un concepto de justica ecológica y ambiental amplio”.
En esta dirección, surge otro interrogante discutido en el marco de este diplomado, interrogante planteado por Miller Armín Dussán (líder de Asoquimbo), en su libro “El Quimbo, extractivismo, despojo, ecocidio y resistencia”: ¿Energía para qué y para quién?
Esta pregunta sugiere diversas reflexiones. Para Juan Carlos Albarracín, integrante del proyecto Agenda Social Regional, dicha pregunta sirve para recalcar que la transición energética no debe centrarse en el aumento de la producción de energías solar, eólica, hidráulica, sin cuestionar a los actores que se apropian de dichas proyectos, “entonces de nada sirve que se construyan grandes parques solares, auspiciados por el Estado, si los dueños de estos terminan siendo las mismas empresas trasnacionales. A estas grandes empresas no le interesa generar energía para satisfacer la demanda del consumo nacional, sino para vender en el mercado internacional. Por ejemplo: el parque solar más grande del país, ubicado en la Guajira, es de Emgesa, los dueños de El Quimbo”, resaltó el comunicador social.

Aprendizajes y retos.
Este diplomado, pero en general la discusión que se está dando en el país sobre la transición energética, nos invita como sociedad a reflexionar sobre el consumo energético en nuestro diario vivir, resalta el ingeniero Andrés Gómez, “pensar en la relación que hay entre cargar nuestro celular, o dejar una luz encendida, y el uso del territorio; cómo se inundan cientos de hectáreas y se cambia el cauce de los ríos y se desplazan a comunidades para que yo pueda tener este servicio; pensar en lo que hoy nos comemos en relación con los hidrocarburos, cómo el modelo agroalimentario depende de fertilizantes y estos, por un lado, de hidrocarburos para su minería (en el caso del fósforo y el potasio), y en el caso del nitrógeno, directamente del gas natural; de igual forma con la ganadería extensiva”, señaló el ingeniero.
Respecto al diverso grupo de asistentes al diplomado, estas fueron algunas de las conclusiones y reflexiones al respecto:
Luz Myriam (ama de casa)
Aprendí a diferenciar la forma en la que nosotros como personas afectamos directa o indirectamente el planeta tierra, y cómo podemos hacer para cambiar hábitos que mejoren nuestra forma de vida y aporten para concientizar a nuestro alrededor. Para mí, una transición energética es justa cuando se respeten los derechos: a la vida, a la participación en toma de decisiones, a un medio ambiente sano, a la seguridad alimentaria.
Jimena (pescadora)
Soy un sujeto político que puedo aportar e incidir en la toma de decisiones que afecten el bienestar de mi comunidad. Es justa la transición cuando se trabaja y se desarrolla para las comunidades y su beneficio, con respeto a la madre tierra. La biodiversidad es para mantener un equilibrio entre hombre y tierra. La tierra no es una mercancía. Somos seres espirituales interconectados con nuestra tierra, un planeta vivo.
Joan Manuel (integrante de la USO)
La industria petrolera debe continuar sumando esfuerzos en el proceso de la transición energética con la implementación directa e indirecta de nuevas fuentes de energías limpias, para así lograr la reducción de emisiones de carbono a la atmosfera. La Transición Energética es justa cuando se involucra a todo el entorno en el que se vaya a desarrolla un proyecto de generación de energía, dónde se contemplen impactos sociales, ambientales, económicos y culturales.
Darwin (trabajador de ElectroHuila)
Una verdadera consciencia ambiental, en torno al tema energético, no es transitar de un sistema a otro sino de un pensamiento a otro: el del consumo excesivo al de la austeridad y el ahorro. Lo que haría Justa a la transición es vincular a todas esas comunidades apartadas y olvidadas que tiene nuestro país: comunidades indígenas, afro, personas que a estas alturas no tienen ni acceso a la energía eléctrica.
Fotos 1: Campo Brisas: parque solar de Ecopetrol, ubicado en el municipio de Aipe, Huila.
Fotos 2: Experiencia comunitaria de producción de energía solar, en Natagaima, Huila.







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